Los congoleños, los niños de las guerras africanas, tienen nombres, tienen rostros, tienen corazón. Mueren, no a millares, mostrado su sufrimiento en los telediarios del mundo globalizado, sino a millones, sin cámaras de televisión. Quiera
Allah subhana wa ta ala perdonarnos por nuestro olvido perenne, por nuestra crónica indiferencia.
Amin.
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