
Por alguna razón, todavía no he olvidado a aquella niña de origen vietnamita, mi alumna en Burdeos, que un día dijo en clase “soy amarilla”. Creo que hablábamos de los colores, yo era lector de castellano. Me impactó pensar que alguien pudiera incluirse en una categoría “amarilla” y sentirse y salir a la calle con ese color en mente. Estoy más acostumbrado a que alguien se defina o sea definido por “blanco” o por “negro”. Lo de la niña francesa de origen asiático me sobrecogió un poco.
Hablando de razas o de identidades étnicas, el Madoff parece que en Estados Unidos será considerado “caucasiano”. Aquí en Bilbao el vasquísimo contable del Guggenheim que se estaba beneficiando del dudoso entramado artístico-financiero del museo (compra de dólares, obras de arte, etc.), quien de hecho parece ser que robó muchos millones, ese señor sale a la calle sin decir “soy blanco” y sin necesitar definirse como “vasco”.
¿Qué sería de nosotros si de pronto tuviéramos que vivir 24 horas encerrados en una categoría étnica? Desde el amanecer hasta la noche, en la categoría “payos”, por no ser gitanos. Todos los actos y las visibilizaciones de los “payos” nos afectarían. El Madoff nos haría delincuentes, el austriaco que tuvo a su hija secuestrada en un sótano nos haría psicópatas, Vicente Ferrer nos haría personas sanas y curativas para la humanidad…
El otro día presencié un robo bastante desagradable en el super de al lado de mi casa. Perpetrado por una mujer con miles de boletos de ser gitana balcánica, aunque nadie se lo preguntó. Una mujer que, ante todo, nos impresionó por su forma muy agresiva y desconsiderada de tratar a las empleadas del super, que son muy atentas y sólo le pedían que dejara lo robado y se marchara. Fue un momento tenso. Muchos gitanos se morirían de vergüenza de ver actuar a alguien de manera tan inapropiada. Son una minoría étnica y muchos afirman, legítimamente, su derecho a no diluirse en la masa “paya”. Es decir, muchos de ellos no están encerrados en un “ser gitanos”, sino todo lo contrario, lo viven con alegría y orgullo, sabiéndose ricos en historia y productivos para la sociedad general, no sólo a través del arte gitano. La cara sombría del asunto llega cuando un gitano se comporta maleducadamente y agresivamente con un “payo” en el contexto que sea, cosa que sucede de vez en cuando. Y entonces, el desencuentro multisecular se reproduce. La interacción no es entre individuos, sino entre categorías étnicas. Y sólo Dios sabe cuándo y cómo esto se acabará…
Hablando de razas o de identidades étnicas, el Madoff parece que en Estados Unidos será considerado “caucasiano”. Aquí en Bilbao el vasquísimo contable del Guggenheim que se estaba beneficiando del dudoso entramado artístico-financiero del museo (compra de dólares, obras de arte, etc.), quien de hecho parece ser que robó muchos millones, ese señor sale a la calle sin decir “soy blanco” y sin necesitar definirse como “vasco”.
¿Qué sería de nosotros si de pronto tuviéramos que vivir 24 horas encerrados en una categoría étnica? Desde el amanecer hasta la noche, en la categoría “payos”, por no ser gitanos. Todos los actos y las visibilizaciones de los “payos” nos afectarían. El Madoff nos haría delincuentes, el austriaco que tuvo a su hija secuestrada en un sótano nos haría psicópatas, Vicente Ferrer nos haría personas sanas y curativas para la humanidad…
El otro día presencié un robo bastante desagradable en el super de al lado de mi casa. Perpetrado por una mujer con miles de boletos de ser gitana balcánica, aunque nadie se lo preguntó. Una mujer que, ante todo, nos impresionó por su forma muy agresiva y desconsiderada de tratar a las empleadas del super, que son muy atentas y sólo le pedían que dejara lo robado y se marchara. Fue un momento tenso. Muchos gitanos se morirían de vergüenza de ver actuar a alguien de manera tan inapropiada. Son una minoría étnica y muchos afirman, legítimamente, su derecho a no diluirse en la masa “paya”. Es decir, muchos de ellos no están encerrados en un “ser gitanos”, sino todo lo contrario, lo viven con alegría y orgullo, sabiéndose ricos en historia y productivos para la sociedad general, no sólo a través del arte gitano. La cara sombría del asunto llega cuando un gitano se comporta maleducadamente y agresivamente con un “payo” en el contexto que sea, cosa que sucede de vez en cuando. Y entonces, el desencuentro multisecular se reproduce. La interacción no es entre individuos, sino entre categorías étnicas. Y sólo Dios sabe cuándo y cómo esto se acabará…
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